viernes, 21 de agosto de 2009

La luz

Cúbrelo con tus labios. No…, no…, despacio. Apenas acarícialo. Seguro sabes cómo. Así: dulce, fiel, suave, con calma. Es un secreto que te penetra con ritmo de rezo y lo atesoras silenciosa; con los ojos mirando al cielo, mirando mis ojos compasivos desbordantes de éxtasis. Me gustas. Me desvaneces. Sí, así. No pares, no reprimas, no aceleres. Mírame. Necesito que me mires. Deja que tu rezo sepulcral mantenga la fuerza. No pares, no reprimas, no degustes. Goza mi dureza, goza mis jadeos. La posesión es mutua. Mis dedos te coronan con punzante dolor. Es la revelación. Abre más los ojos. Siente mi luz, acaricia mi luz. No pares, no ansíes, no desbordes, no…, no…, no...

2 comentarios:

Xitlally Romero dijo...

Bueno. Ya te dije esto pero lo dejo aquí para contribuir con la discusión. Ya que me explicaste la personalidad del narrador entiendo los porqués de muchas cosas. Pero sigue sin gustarme eso de: "Me gustas. Me desvaneces."
Es un recurso que sueles utilizar y no siempre funciona. Aquí, a mí, me hubiera gustado el "me gustas" nada más. Sin lo otro.
Lo que sí me gusta es el: "Mírame. Necesito que me mires." Y el: "Deja que tu rezo sepulcral mantenga la fuerza. No pares, no reprimas, no degustes." También me agrada lo de la revelación, el abrir más los ojos, la repetición de la fórmula del no, pero, nuevamente, no me convence lo de: "Siente mi luz, acaricia mi luz." Creo que podrías haber aprovechado mejor lo de la revelación aquí.
Saludos.

Anónimo dijo...

Mmm, siento que le faltó punch.

La metáfora del "secreto que te penetra con ritmo de rezo y lo atesoras silenciosa" me gustó. Me produjo una buena imagen visual.